De paso por Colombia, donde tuvo la oportunidad de dictar un taller de dirección coral en Bogotá, el director, compositor y pedagogo venezolano de origen español compartió algunas de sus experiencias alrededor de la música.
“Nosotros venimos de una cultura que ha pasado muchos trabajos y en la que se sabe que hay que luchar mucho para poder lograr algo. Recuerdo que mi papá, por ejemplo me levantaba muy temprano y junto con mi mamá vivían muy preocupados; me decían que no iba a hacer nada útil en la vida y me instaban a que estudiara y trabajara. En Venezuela la gente es mucho más tranquila, pero a mí siempre me exigieron más. Eso es bueno”, comenta el Maestro Grau, quien a sus 77 años se declara una persona feliz de poder dedicarse a lo que más le gusta en la vida: ser músico.
“Si tuviera la posibilidad de volver a nacer quisiera ser músico, para tocar una trompeta o dirigir coros, porque de algo que estoy muy seguro es en haber acertado en mi decisión de querer ser músico”, afirma con vehemencia.
Conocido por su carrera como Director de Coros, Alberto Grau es un referente de la composición coral en Latinoamérica y muchas de sus obras han sido publicadas por las editoriales Earthsongs (USA), Oxford University Press (Inglaterra); A Coeur Joie (Francia), Kjos Music (USA) y GGM Editores (Venezuela), recibiendo permanentemente nuevas comisiones de todas partes del mundo. Una de sus recientes obras es el Libro de Dirección Coral ‘La Forja del Director’ publicado por GGM Editores con el patrocinio de la Corporación Andina de Fomento, CAF.
En 1967 funda la Schola Cantorum de Caracas y gana el Primer Premio en el Concurso Internacional Guido D’Arezzo de 1974 en Italia. Desde entonces ha sido invitado a destacados congresos y festivales con sus coros, además de desempeñarse como director, jurado y profesor de música coral en Europa, Estados Unidos, Latinoamérica y Asia. Actualmente dirige la coral Ave Fénix, fundada en 2003.
“Ahora mismo estoy trabajando sobre la fábula de una avispa que siempre está enfadada y cae en un vaso de agua, pero que en vez de razonar y tratar de salir, se enfurece y comienza a dar golpes contra el vidrio hasta que termina ahogándose”, explica el Maestro, para quien la capacidad de reflexionar resulta algo invaluable a la hora de emprender cualquier reto, además de insistir en la necesidad de combinar coro y orquesta junto a otro tipo de expresiones artísticas:
“Los espectáculos que hacemos deben resultar divertidos para todos: los que cantan, los que tocan y los que actúan, además –por supuesto- del público”, puntualiza Grau insistiendo en la necesidad de combinar los formatos académicos con expresiones populares. “Debemos ser capaces de catar un bolero o una salsa junto con la Novena Sinfonía”, comenta el Maestro.
La música
¿Cómo surge su interés por la música?
Mi mamá era una mujer que cantaba con una voz muy afinada que yo creo haber heredado, de tal manera que ese hace parte de los recuerdos imborrables de mi niñez, y creo sin duda que contribuyó a que yo me interesara por la música desde muy niño.
Luego, cuando decidí ser músico, en ningún momento llegué a considerar si sería bueno o malo, o si llegaría a ganarme la vida gracias a la música; era una especie de deseo incontrolable que me acompañó durante la Primaria y el Bachillerato, porque no hacía otra cosa distinta a pensar en la música.
Usted sale de España junto con su familia en plena Guerra Civil. ¿Qué importancia tuvo la música en ese contexto?
Casualmente en España, concretamente en Cataluña, me pidieron hacer una pieza de carácter prácticamente autobiográfico: se trataba de una obra larga para coro de niños, solistas y orquesta, bajo el título de La canción del retorno, integrada por una mezcla de canciones catalanas que escuché en mi infancia, junto con la música del Caribe que comencé a escuchar a mi llegada a Venezuela a los 10 años.
Así es que de España me quedan todas estas canciones con las que evoco a mi padre republicano que debió salir de España en plena Guerra Civil, el traslado a Francia –donde pasamos toda la Segunda Guerra Mundial-, y la añoranza de no poder volver a nuestro país por el hecho de existir una dictadura militar con la que nunca estuvo de acuerdo.
¿Qué tan presente está la música y la tradición española en su obra?
Yo conocí España a los 26 años, nunca había visto a mis abuelos aunque algunos alcanzaron a llegar a Francia donde nos vimos por tres días; así es que mi niñez estuvo marcada por todas las angustias propias de una guerra, junto al deseo de llegar a un país en el que pudiéramos trabajar y conociéramos la paz.
¿Hubo algún hecho que determinara su inclinación profesional por la música?
Tanto mi abuela paterna como mis tíos cantaban en un Orfeón muy famoso de Cataluña que era un símbolo de la resistencia y de hecho todavía existe. Además, mi papá cantaba en el coro de la ópera de Barcelona así como en la de Burdeos, mientras estuvimos refugiados en Francia.
De manera que siempre hubo un interés muy especial por la música que de alguna manera marca y se traslada a los genes; así es que desde niño siempre sentí ese interés y esas ganas por escuchar todo tipo de música.
¿Cómo se va desarrollando su interés por la composición?
Lo bonito de la música y del músico que se va conformando es que no se sabe muy bien cuándo se enciende esa chispa que lo hace a uno ir a la escuela a estudiar música. En aquella época dedicarse a la música estaba asociado a la bohemia, y aunque a mi mamá quizá le hubiera gustado más una carrera universitaria que garantizara un buen futuro, mi papá estaba mucho más de acuerdo.
Eso ha cambiado en todos nuestros países y ser músico hoy es tan respetable como cualquier otra profesión. Debo reconocer, además, que para mí fue una gran ventaja llegar a América Latina porque la verdad es que nos acogieron con mucha generosidad, todo se dio con una gran facilidad y propició que nos volviéramos a sentir importantes haciendo lo que realmente nos gustaba.
Sin lugar a dudas creo que soy un mejor músico porque en vez de quedarme en una Europa en la que todo estaba hecho pude venir a un país en la que pude desarrollar mis habilidades musicales de otra manera, porque acá todo estaba por hacer.
¡Toca!
¿Qué lo lleva a fundar una institución como la Schola Cantorum de Caracas?
La directora de la escuela de música donde yo era profesor de piano un día me llama y me dice: -Alberto, se casa una sobrina y quisiera que conformáramos un octeto para cantarle. Ahí comenzó la Schola, puesto que aunque no me lo esperaba decidimos seguir con los ensayos.
¿Cuál es la importancia para países como Colombia o Venezuela en poder contar con este tipo de escuelas?
Cuando llegué a Venezuela tal vez había dos buenas escuelas de música en Caracas –una dirigida por un autodidacta, el maestro Vicente Emilio Sojo; y otra bajo la dirección de Juan Bautista Plaza, quien se había formado en Roma-, quienes formaron a una generación de compositores que a su turno serían mis maestros.
Como suele suceder, el proceso sufrió un estancamiento hasta que apareció la genialidad del Maestro José Antonio Abreu. Antes, por ejemplo, para estudiar piano, se debía haber cursado tres años de teoría y solfeo, para luego hacer un examen en el que se exigía la ejecución de unos ritmos complicadísimos.
¿Y con el Maestro Abreu?
José Antonio Abreu hacía unos recorridos por todo el país; de pronto se paraba y preguntaba -¿A ti no te gustaría tocar violín?-. Y al observar la respuesta un poco incrédula, proseguía: -Bueno, violín quizás no; pero entonces, ¿por qué no tocas trompeta?, ¿o percusión? -¡Aquí tienes tu trompeta!, o tu tambor, o tu violín, proseguía. -¡Toca!
Esa fue una gran revolución, porque primero tuvieron el instrumento y después comenzaron a estudiar solfeo. Algo similar ocurrió con el canto y los coros: hubo una ruptura con los sistemas de formación que se habían anquilosado, bojo nuevos parámetros en los que comenzó a discutirse el hecho de que el talento tuviera que ser una condición indiscutible para ingresar a una escuela de música.
Hoy en día, todos nosotros sabemos que en cualquier tipo de profesión es más importante la cantidad de sudor invertido que el talento, porque uno aprende mucho más a fuerza de trabajo. Hay millones de personas talentosas que simplemente se quedan atrás porque creen que no deben trabajar.
¿Cómo surge su interés por la euritmia, una de las particularidades de su trabajo?
Eso surge también poco a poco, luego de notar que sobre todo los niños se veían un poco aburridos. Recordemos que se trataba de una época en que ya había televisión y videojuegos, y ellos debían enfrentarse a un maestro regañón que en esencia los hacía repetir hasta el cansancio.
-Eso era la muerte del coro infantil-, pensaba, mientras comparaba estas experiencias a las que ya desde aquella época se realizaban en China y algunos países asiáticos en los que la danza y el teatro hacía parte de las presentaciones de los coros.
Me costó, porque algunas personas no estaban de acuerdo -¿Por qué razón Alberto me va a hacer mover?, ¿por qué? Preguntaban-, aunque con los niños fue mucho más fácil, en la medida que se trataba de buscar la manera de que siempre regresaran a los ensayos y los vieran como algo divertido.
¿Qué lo llevó a componer música para niños?
A los 18 o 19 años comencé a trabajar en las escuelas municipales de Caracas, donde se cantaban canciones infantiles a una sola voz: el himno al árbol, a la agricultura. No se progresaba mayor cosa, y yo pensaba que había la necesidad de cambiar el repertorio, pero nosotros los compositores siempre que comenzamos pensamos en grandes sinfonías.
Así es que había un campo muy fértil gracias al cual hoy en día contamos con muy buenos compositores que nos hace pensar en un futuro brillante para todos nosotros.
¿Alguna recomendación al componer para niños?
Que el niño la pase bien, porque la música debe ser felicidad y por muy triste que pueda llegar a ser tiene que tener la capacidad de emocionar. ¡Yo no puedo sufrir con la música porque la música no me ha fallado nunca, ni me fallará!
¿Cuáles son los principales aspectos a tener en cuenta a la hora de trabajar con niños?
Creo que por parte del director, el aspecto más importante es tener una gran paciencia porque así como hay niños que son muy rápidos, hay otros que son un poco más torpes con sus movimientos, capacidad de afinación o ritmo.
Lo importante es que desde muy pequeños, se les haga ver que la música es una materia indispensable, al igual que lo fue en la época de los griegos la matemática, o la filología, o la física en tiempos más recientes.
Debemos entender que la música es importante para todos, y no una cualidad que se limite a estar al alcance de una élite de virtuosos, porque la música nos debe acompañar desde la cuna hasta el réquiem con el que seremos enterrados.
¿Cómo se produjo esta integración en Venezuela?
Lo que voy a decir es muy triste, pero en Venezuela se pensaba que los niños de un estrato social bajo casi que no tenía ni derecho a ir a un teatro. ¡Mucho menos a hacer música!
Esa discriminación actuaba en ambos sentidos, porque hacía imposible que niños de estratos sociales distintos pudieran unirse y conocerse.
Ese fue el gran logro de José Antonio, ¿cómo lo hizo? Él convenció a nuestros políticos sobre la necesidad de invertir dinero en los niños más pobres, para que en lugar de que estuvieran tirando piedras y formando bandas de delincuentes estuvieran en una casa ensayando.
¿Cuál cree usted que es la importancia de la música en un país como Colombia?
Es más fácil crear una escuela de música o un buen coro que tener que fabricar más cárceles o comprar más armas. Eso se va entendiendo, pero es un proceso muy lento que va de generación a generación.
La dirección coral acá en Colombia registra un progreso notable que llama particularmente la atención en ciudades como Bogotá; razón por la que creo necesario una mayor diversificación en el resto de ciudades del país.
Cali e Ibagué están funcionando bastante bien, pero creo que deberían propender por tener un sistema mucho más abierto en el que hubiera más orquestas y un número mucho mayor de conservatorios.
¿Qué tan lejos estamos de alcanzar los logros del sistema de orquestas venezolano?
Si Colombia continúa como va, creo que será una gran potencia musical a nivel Latinoamericano, por encima incluso de países como Brasil o Argentina, que en otras épocas –años 50 y 60- fueron los grandes protagonistas de la cultura en el continente.