Jorge Olaya Muñoz una vida dedicada al reconocimiento de la propiedad intelectual entre el gremio de los compositores
En la casa de los Olaya se percibe un ambiente de sosiego, como si hubiera tiempo para todo: para una buena conversación, un café, las risas, las preocupaciones. Y por supuesto, para lo que siempre tiene que haber tiempo en ese hogar: para disfrutar la música de quien fue, y aún sigue siendo, el pilar de la familia, el maestro Jorge Olaya Muñoz. “Un hombre vertical fue mi padre, desde lo musical hasta lo personal”, afirma con orgullo Jaime Olaya, el noveno de sus 11 hijos, apoyado unánimemente por el resto de sus hermanos.
El vasto reconocimiento que tiene actualmente el maestro Olaya entre la comunidad musical no es un hecho fortuito sino el resultado de muchos años de entrega, no solo a la música sino al gremio de los compositores. Fue tal el nivel de consagración del maestro Olaya que incluso la remuneración pasó a ser un tema de menor importancia, a pesar de que tenía 11 hijos y la escasez de recursos primaba. Su hijo Jaime siempre quiso ser músico antes que ingeniero, pero la falta de dinero en su casa le impidió comprar un piano, el instrumento que quería estudiar en el Conservatorio de la Universidad Nacional.
No obstante, a pesar de tal carencia, el maestro Olaya logró que todos sus hijos, sin excepción, consiguieran un título profesional, así no se dedicaran a la música. “La educación es el legado más grande que mi papá nos dejó. Siempre tuvo facultades pedagógicas en todos los temas”, recuerda Clemencia, la tercera hija del maestro Olaya, quien reside en Chile actualmente.
El maestro Olaya se destacó por ser un autodidacta en los inicios de su formación musical. A los 14 años se enlistó en la banda departamental de su natal Tocaima, y con apenas 17 años se convirtió en su director. Desde entonces, recuerda su hija Clemencia, es que el maestro Olaya se dio cuenta de la importancia de la educación en todos los estadios de la vida, y eso fue lo que le inculcó a sus hijos.
Por eso es que el maestro procuró que desde muy niños sus hijos fueran personas joviales, agradecidas, impecablemente presentadas e interesadas en hacer servicio social con quienes más lo necesitaran. Así mismo, que una vez hubieran crecido y se hubieran formado le enseñaran a los demás aquello que ellos tuvieron la fortuna de aprender.
Los ingresos de la familia Olaya, que apenas estaba conformándose, se limitaban a los 10 pesos (valor moneda de la época) que el maestro Olaya ganaba en la Banda Nacional y en la Banda de la Policía. Al llegar a Bogotá proveniente de Tocaima, el maestro Olaya y su familia se asentaron en el barrio Los Alcázares, una zona de clase media en la que el gobierno de Alberto Lleras Camargo construyó casas para familias numerosas, justo como la del maestro.
Entre los planes que la familia Olaya hacía en Bogotá se destacaba ir cada domingo a las retretas que solían hacerse en los parques Nacional y La Independencia por parte de la Banda Nacional. Allí el maestro Olaya interpretaba la guitarra mientras ponía a Germán, otro de los hijos del maestro, “a que hiciera las veces de atril para que las partituras no se las llevara el viento”, recuerda entre risas Otello Enrique, el mayor de los hijos hombres del maestro. De igual manera se desplazaban cada temporada de vacaciones a Tocaima, en un viaje en tren que tardaba alrededor de 6 a 7 horas, para visitar a sus familiares.
Otra de las hijas del maestro, Aída, recuerda anécdotas sobre el acercamiento que el maestro Olaya propició entre sus hijos y la música. Una de estas se trató de las veces en que el maestro la llevaba al Teatro Colón a escuchar los ensayos de la ópera. Como por lo general eran de noche, se volvió una constante que Aída se quedara dormida a los pies del contrabajo. Señala que además de los ensayos, el maestro Olaya solía llevar a sus hijos a los conciertos que el Teatro Colón ofrecía todos los lunes.
Alentado siempre por sus propias convicciones y las ideas que comenzaron a llegar de otras partes del mundo, el maestro Olaya se empeñó en buscar la manera de defender los derechos de autor de los compositores al momento en que sus obras fueran ejecutadas. Tal fue la dedicación durante toda su vida que sus hijos, en voz de Clemencia (la tercera en orden descendente), recuerda que su padre decía: “Yo no tengo 11 hijos, sino 12; el último es Sayco (Sociedad de Autores y Compositores de Colombia).
Sin embargo, desde que emprendió tal lucha en los años 40, el maestro Olaya encontró muchos obstáculos, comenzando por el mismo gremio de compositores. Hubo un constante choque de intereses entre los socios con quienes conformaría “Sayco”.
La organización no solo estaba integrada por músicos sino por exponentes de otras artes, lo cual complicaba aún más la toma de decisiones por consenso. Entre este mismo gremio se pretendía formar otras asociaciones de derechos de la propiedad intelectual con distintos intereses y directrices.
Es así como desde mediados de los 40 la dinámica en la casa de los Olaya cambió de forma significativa. La consagración del maestro Olaya a la conformación de dicha entidad (integrada por otros reconocidos artistas de la época como José Barros, Lucho Bermudez, Emilio Sierra, Francisco Cristancho, los hermanos Francisco y Gonzalo Hernández, entre otros) redujo inevitablemente los tiempos que dedicaba a su familia, a la composición y a los quehaceres del hogar.
En esta etapa de la vida de los Olaya, la figura de Lilia María Reyes fue determinante. Además de haber sido la esposa del maestro Olaya, dedicó toda su vida a la crianza de sus hijos, a inculcarles valores éticos y morales con el fin de que fueran personas que le aportaran a la sociedad.
Los días del maestro parecían interminables a causa del compromiso que adquirió con Sayco. Debido a eso tuvo que comenzar a componer en las noches, a eso de las 11 o medianoche. Según sus hijos, componía a esa hora ya que además de que sus ocupaciones con Sayco no le dejaban otra opción, podía hacerlo en total calma, pues sus 11 hijos ya estaban durmiendo.
Jaime, uno de sus hijos, recuerda que en la madrugada se levantaba por el sonido de las cuerdas de la guitarra que interpretaba su padre. El maestro se quedaba dormido intermitentemente y de repente, como si se tratara de un ataque de pánico, se levantaba, ponía a un lado las cobijas y escribía lo que sea que se le hubiera pasado por la mente. Dice Jaime que era tal la espontaneidad de esos momentos que su madre, Lilia María, le decía entre enojada y preocupada al maestro Olaya: ¿qué le pasó, Jorge?, rememora entre risas.
Entre los años 50 y 70 la alianza de la radio y la música colombiana produjo un gran impacto en el medio cultural. Fue justamente a través de una de las emisoras que operaba en la época, “Radio Santa Fé”, que el maestro Olaya comenzó a cobrar mayor reconocimiento entre la comunidad musical. Allí, desde las cinco de la mañana, ponían al aire los bambucos, valses y pasillos del maestro Olaya. Esto estuvo atado siempre a otra de sus luchas: Preservar la escucha de la música colombiana, a sabiendas de que las músicas extranjeras fueron llegando paulatinamente al país gracias a la globalización de los medios de comunicación.
Cuenta Jaime que su padre fue un total admirador de la obra del compositor alemán Ludwig Van Beethoven. Para esa época, años sesenta, se destacaban los programas culturales de la “Radio Nacional”, “Nueva Granada”, “Radio Santa Fé” “HJCK” y “Radio Sutatenza”, en los que había programas dedicados a exponer música académica de los grandes compositores del mundo. En los momentos en que el maestro Olaya estaba escuchando alguno de esos programas, recuerda su hijo Jaime, y ponían alguna sonata del compositor alemán, subía el volumen y no dudaba en escribirla para ver qué otras obras había omitido el programa. Para el maestro Olaya, Beethoven fue “el maestro de maestros”.
Su compromiso fue tan vehemente con la música autóctona y el gremio de los compositores que en 1947 fue aclamado para ser director general de Sayco. Una vez ocupó el cargo hizo una alocución dirigida a los socios de la entidad, que según sus hijos, define lo que fue la vida del maestro Jorge Olaya:
“Soy consciente de la responsabilidad que asumo y ofrezco sacrificar mi tranquilidad y la de mi hogar si fuere necesario para sacar adelante, victoriosa, la causa de los derechos de autor en pro de los compositores y autores colombianos”
Reportería: Eduardo Prado y Sebastián Hernández Noreña
Texto: Sebastián Hernández Noreña