RAFAEL CAMPO MIRANDA, 100 AÑOS DEDICADOS A LA MUSICA COLOMBIANA
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En la sala de su apartamento ubicado en Barranquilla, el maestro Rafael Campo Miranda vive rodeado del fruto de sus éxitos musicales, todos ellos llevan una historia acompañada de un relato casi poético ofrecido por nuestro anfitrión, quien entre risas y anécdotas nos lleva en un viaje musical por lo que ha sido su vida estos últimos 100 años de historia transcurrida.

El maestro nació un 7 de agosto de 1918 en el municipio de Soledad, pero a la edad  de 12 años,  su familia se traslada a la capital del Atlántico, buscando mejores oportunidades de vida. Realiza sus estudios en el colegio Barranquilla donde curso hasta el tercer grado de bachillerato. Aquí comenzó su experiencia musical dedicada al folclor caribeño, trazando líneas melódicas inspiradas en las músicas que lo rodeaban culturalmente "Barranquilla me recibió con los brazos abiertos"  exclama con afecto el maestro mientras nos sirven un café.

Siempre están en su mente los grandes éxitos como Playa, brisa y mar; Lamentos náufragos, El pájaro amarillo, Nube viajera, "Siempre tarareo mis temas para que el periodista cante conmigo", nos explica el maestro, quien a su edad, conserva una mente prodigiosa, igual que su talento. "Yo siempre estoy recibiendo regalías, lo que significa que aun suena la música de Rafael Campo Miranda" lo dice sin eufemismos, con una humildad que lo ha caracterizado todos estos años. "En los años 30 sonaban en los grandes salones bambucos y pasillos, y se tenía prohibido escuchar Porros o Cumbias, y eso me dolía a mí en el alma…" relata el maestro, que gracias a este tipo de convergencias sociales, lo llevaron a impulsar el folclor caribeño para el mundo.

"Me fui para el Bolívar grande, donde el porro se bailaba, pero allá no aceptaron el porro con letra (…) ya que los grandes maestros, antes no le agregaban la letra,(…) así que me di a la tarea de agregarle lirica y poética (…) ya que la melodía lo permitía (…) y a las grandes casas disqueras les gusto la idea, para poder llegar a los grandes salones en Cartagena, Barranquilla y Valledupar donde se bailaba la música (…) pero maestros como el compositor cartagenero Sebastian Rómpete "el Cuero" no lo aceptaron tan amablemente en Cartagena"

El maestro considera que su mayor aporte a la música colombiana fue la poética al porro colombiano, ya que gracias a este hecho, la gente y los grandes clubes de la época las recibió con agrado, y "el porro ya no era esa música baja y rastrera" (como él dice), y la metió hasta en un aspecto académico, y agrega "ya hoy no se baila en cualquier fiesta o evento social de altura, si no suena un porro, una cumbia, o un vallenato, que ya hoy está a la cabeza de la música del Caribe"

"Mi papá es la poesía hecha canción", es la frase con la que empieza definiendo Rafael Campo Vives, hijo mayor del maestro. "Como compositor empírico fue grandioso. Cualquier día él se encontraba desayunando con nosotros en la mesa y de un momento a otro se levantaba a escribir, se le venía una gran melodía y tenía que escribirla antes de que se le olvidara" nos cuenta Rafael, que siempre repite que la inspiración en compositores como él (refiriéndose a su padre) no se fuerza, se da de manera espontanea, "es una veta de oro", termina su frase.

Su hijo realizo un trabajo donde llevo las composiciones del maestro a la guitarra solista, haciendo esto como un homenaje a las grandes composiciones de don Rafael. "El fue mi primer maestro en la guitarra, aunque en la universidad aprendí tanto guitarra como piano, pero pudo más la sangre, por así decirlo, ya que mi padre fue guitarrista clásico….el estudio con grandes maestros aquí en Barranquilla".

Su familia lo recuerda como un gran investigador, trabajando como periodista cultural enteramente dedicado al folclor de su tierra; escribió dos métodos para guitarra, uno para guitarra popular y otro para guitarra clásica. Siempre su hogar estuvo visitado por los grandes artistas de la región. Estercita Forero, Pacho Galán, Pastor Lopez, Manuel Zapata Olivella, Antonio Maria Peñaloza, Rafael Escalona, entre otros, hacían de su hogar un refugio artístico, donde sus hijos aprendieron el amor y el quehacer del arte musical y literario, ya que el maestro Rafael tiene un título profesional en Literatura de la Universidad del Atlántico. "yo veía la veneración con que estos grandes artistas trataban a mi padre, por su forma compositiva, siempre hablando de la belleza increíble de la mujer, de la belleza de la naturaleza", recuerda su hijo.

Margarita Campo Vives, hija del maestro, también música y pedagoga, logro obtener un gran reconocimiento con un grupo musical conformado por ella y su hermana Martha, las Emes, haciendo giras por más de 10 países, llevando un repertorio especialmente compuesto por las obras del maestro. "El era muy estricto…siendo el mi primer maestro musical…me enseño guitarra clásica, y siempre me llamaba para que yo le diera mi opinión sobre sus composiciones". También recuerda "Alguna vez me estaba yendo mal en el colegio, yo me la pasaba tocando guitarra y cantando, pero en forma de castigo, mi papá me quito la guitarra, enseñándome las prioridades que en ese momento tenía yo en la vida". Don Rafael interrumpe con la frase: "Ellos (sus hijos) son el mejor legado que le pude dejar yo a la vida, siempre se lo agradeceré a la Divina Providencia"

Su compañera de vida, doña Margarita del Socorro Vives Tres Palacios, también era música, interpretaba el piano, y tenían un dúo instrumental, y acompañaban fiestas junto a un cantante de turno, ya que ninguno cantaba. Era una mujer prudente, elegante, con clase. Pero también se le recuerda al maestro como un hombre acompañado de varias mujeres en su vida, pero nunca dejaba de poner a doña Margarita en el lugar que le correspondía. No era un hombre banal sin sentimientos, todas sus relaciones tenían un punto espiritual, que lo ayudaron a componer algunas de sus maravillosas letras; dicen que era el amigo, novio y amante irrepetible. Como amigo lo recuerdan como el poeta que aún es, un guerrero que tenía una desventaja ante los demás compositores de la época, ya que el siempre estuvo en una oficina, pero su música fue tan buena que nunca tuvo la necesidad de organizar una orquesta para poder mostrar su trabajo.

Nunca ha habido un reconocimiento hacia la labor musical del maestro de parte de los entes gubernamentales locales o nacionales, en ningún sentido, ni ninguna orquesta filarmónica o sinfónica le ha hecho algún arreglo a la obra musical del maestro, nos cuenta su hijo, con gran pesar.

La generosa invitación del maestro a compartir un refresco para mitigar el calor y el recorrido por los rincones de su casa en los que se exhiben todo tipo de reconocimientos, cuadros, fotografías, medallas, placas (una muy especial de Sayco del 2017), y hasta cartas de amor, son un hermoso reflejo de su trabajo y de su obra artística, y en medio de la casa esta su "consentida", su guitarra, que por más de 100 años ha cantado al arrullo de la tierra suya, en la nube viajera, donde vuela aquel pájaro amarillo, que antes de salir de su casa, se posa en la ventana para saludar a un viejo amigo.

Su afectuoso abrazo y una gran sonrisa, diciendo: "ésta siempre será su casa, porque alguien que haga música, tendrá que ser bien recibido".

Informó:

Jeason Eduardo Prado Hernández

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Ministerio de Cultura